lunes, 24 de febrero de 2014

La Mirada Sucia, Autorretrato, 20/02/2014


 Noche de jueves, desde las ondas libres surgen historias a través de las voces, la radio como forma de expresión y La Mirada Sucia como un ente etéreo, reflejo de mentes inquietas, diferentes pero siempre comunicativas. Me toca hoy hacer un autorretrato radiofónico de aquello que comenzó Iñaki hace más de cinco años, toda una contradicción para los sentidos.  Me pregunto cómo hacer del sonido una forma, cómo reflejar las sucias tonalidades desde las ondas del volumen, difícil tarea la de dibujar con palabras un mundo que debería verse solo desde la imaginación, únicamente cerrando los ojos y transformando los sonidos en imágenes. Pero como lo contradictorio no es imposible, me transformo, cual cucaracha Kafkiana  en ese ente radiofónico y me miro al espejo para dibujar un primer bosquejo de aquello que nunca he visto, de lo que sé que no soy y de lo que soy que no sé. Veo ondas cambiantes que dibujan arrugas en un rostro, ahora sí, cada vez más humano. Veo unos hombros cargados de razones, con la fuerza de un cerrojo furioso de soportar injusticias y desigualdades. De esos hombros surgen las líneas de un cuello hecho a si mismo, duro  y a la vez poético,  como el cemento. Desde el cuello se vislumbra una artística pantalla ovalada con cientos de rostros, tantos como ficciones, sombras e ilusiones tiene este programa. En ese rostro que  cada vez veo más nítido se forman volúmenes: una nariz desde la que aspiro frescos aires de Levante. Una boca de memoria e historia desde la que cuento lo otro, lo olvidado. Me sorprendo y cambio el gesto porque este autorretrato no es solo físico, sino que al modo pictórico tradicional la psicología de las emociones brota como obligación artística y disidente. Además, veo en el espejo atributos que simbolizan un ámbito, un espacio, si para los pintores franceses del XIX, el autorretrato  no estaba completo sin su taller lleno de lienzos, sus paletas y sus botes de pinceles. El que veo yo en el espejo me muestra confusión y micrófonos, una gran V ciega, de victoria o de vendetta, encima de un diván meditando sobre psicología, ciencia y mundos interiores, una Mirilla con una viga en el ajeno y alguna cerveza. Pero vuelvo a mirar al primer plano y mis oídos siguen su metamorfosis propia. Cambiantes, un rato huidizos y otro fieles, retraídos y más tarde divertidos y entretenidos, tantos como radioescuchas. La  autor-representación va teniendo la forma del representado y descubro el motivo central y determinante del autorretrato: la Mirada, el elemento principal, el mediador entre el objeto del arte y el espectador, la única parte inmóvil de este retrato. La única parte liberada de los dos mundos a los que se enfrenta: el de la creación y el mundo exterior. Limpia por dentro… y sucia, siempre sucia hacia afuera.
Y cierro los ojos con La Mirada grabada en la memoria y al abrirlos descubro que no soy yo, que mis atributos han cambiado y recuerdo la frase de la fotógrafa y artista  Cindy Sherman. "Ce portrait c'est moi  (este retrato soy yo) mais ce n'est pas tout à fait moi" (pero no es todo lo que yo soy).
La Mirada Sucia

Autorretrato.

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