
Noche de
jueves, desde las ondas libres surgen historias a través de las voces, la radio
como forma de expresión y La Mirada Sucia como un ente etéreo, reflejo de
mentes inquietas, diferentes pero siempre comunicativas. Me toca hoy hacer un
autorretrato radiofónico de aquello que comenzó Iñaki hace más de cinco años,
toda una contradicción para los sentidos.
Me pregunto cómo hacer del sonido una forma, cómo reflejar las sucias
tonalidades desde las ondas del volumen, difícil tarea la de dibujar con palabras
un mundo que debería verse solo desde la imaginación, únicamente cerrando los
ojos y transformando los sonidos en imágenes. Pero como lo contradictorio no es
imposible, me transformo, cual cucaracha Kafkiana en ese ente radiofónico y me miro al espejo
para dibujar un primer bosquejo de aquello que nunca he visto, de lo que sé que
no soy y de lo que soy que no sé. Veo ondas cambiantes que dibujan arrugas en
un rostro, ahora sí, cada vez más humano. Veo unos hombros cargados de razones,
con la fuerza de un cerrojo furioso de soportar injusticias y desigualdades. De
esos hombros surgen las líneas de un cuello hecho a si mismo, duro y a la vez poético, como el cemento. Desde el cuello se vislumbra
una artística pantalla ovalada con cientos de rostros, tantos como ficciones,
sombras e ilusiones tiene este programa. En ese rostro que cada vez veo más nítido se forman volúmenes:
una nariz desde la que aspiro frescos aires de Levante. Una boca de memoria e
historia desde la que cuento lo otro, lo olvidado. Me sorprendo y cambio el
gesto porque este autorretrato no es solo físico, sino que al modo pictórico
tradicional la psicología de las emociones brota como obligación artística y
disidente. Además, veo en el espejo atributos que simbolizan un ámbito, un
espacio, si para los pintores franceses del XIX, el autorretrato no estaba completo sin su taller lleno de
lienzos, sus paletas y sus botes de pinceles. El que veo yo en el espejo me
muestra confusión y micrófonos, una gran V ciega, de victoria o de vendetta,
encima de un diván meditando sobre psicología, ciencia y mundos interiores, una
Mirilla con una viga en el ajeno y alguna cerveza. Pero vuelvo a mirar al
primer plano y mis oídos siguen su metamorfosis propia. Cambiantes, un rato
huidizos y otro fieles, retraídos y más tarde divertidos y entretenidos, tantos
como radioescuchas. La autor-representación
va teniendo la forma del representado y descubro el motivo central y
determinante del autorretrato: la Mirada, el elemento principal, el mediador entre
el objeto del arte y el espectador, la única parte inmóvil de este retrato. La
única parte liberada de los dos mundos a los que se enfrenta: el de la creación
y el mundo exterior. Limpia por dentro… y sucia, siempre sucia hacia afuera.
Y cierro los ojos con La Mirada
grabada en la memoria y al abrirlos descubro que no soy yo, que mis atributos
han cambiado y recuerdo la frase de la fotógrafa y artista Cindy Sherman. "Ce portrait c'est
moi (este retrato soy yo) mais ce n'est
pas tout à fait moi" (pero no es todo lo que yo soy).
La Mirada Sucia
Autorretrato.
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